martes, 26 de marzo de 2019

¿Por qué algunos experimentos psicológicos no se pueden replicar?



¿Por qué algunos experimentos psicológicos no se pueden replicar?
LUNES 25 MARZO , 2019
Creado por: Graciela Cuevas
La psicología está pasando por una crisis de replicación. Esto porque los resultados de muchos experimentos que se hicieron en el pasado no se puede o es difícil reproducirlos.
Una de las razones por la que pasa esto es porque muchas investigaciones son fraudulentas o que los investigadores influyeron de forma directa o indirecta en estas.
En el programa de La Receta Médica de este lunes, los psicólogos Eladio Hernández y Domingo Carrasco, así como el psiquiatra Héctor Guerrero Heredia, detallaron tres estudios psicológicos que se consideran fraudulentos.
“Algunos investigadores, con el afán humano de entrar a la historia, pueden falsear algunos contenidos y experimentos que se dan en la realidad”, expresó Hernández, expresidente del Colegio Dominicano de Psicólogos (Codopsi).
Experimento de Milgram
Este tiene que ver con la obediencia y fue realizado por Stanley Milgram, psicólogo de Yale. ¿En qué consistió? Se buscó a dos grupos de estudiantes. Los integrantes de un grupo debían memorizar unas palabras y si se equivocaban, recibían una descarga eléctrica por parte de los miembros del otro grupo.
Lo curioso de este experimento es que quienes daban las descargas eléctricas, que llegaron hasta los 450 voltios, eran quienes estaban siendo estudiados, puesto que se les advirtió que si daban una descarga mayor a los 120, podría matar a la persona, y aún así lo hicieron.
Otro dato del estudio es que la máquina realmente no emitía voltaje y que los gritos de dolor eran grabaciones.
El experimento de Milgram llegó a la conclusión de que las personas están dispuestas a dañar a otra en vez de enfrentarse a la persona que le dio la orden de hacerlo.
El psicólogo Domingo Carrasco precisó que en este estudio se quería encontrar algo que ya la habían pensado. Citó que una de las críticas que se hace es que la psicología es una ciencia extravagantemente autobiográfica.
La cárcel de Stanford
Otro experimento es la cárcel de Stanford en 1971, realizado por Philip Zimbardo. Se buscó varios estudiantes, que fueron divididos en dos grupos: uno que juegue el rol de guardias en una cárcel y el otro de prisioneros.
El psicólogo buscaba probar si una persona que es buena cambiaría su conducta según el entorno. El resultado fue tal, que el estudio terminó antes del tiempo previsto ya que los que jugaban el rol de guardias asumieron conductas tan abusivas que se consideraron sádicas en contra de los prisioneros.
Unos de los cuestionamientos que se le hizo al estudio, fue que Zimbardo influyó en él, puesto que jugó el de superintendente de la cárcel ficticia y desde esa posición habría incitado a quienes jugaban el papel de guardias de que si hicieran daño a los prisioneros.
Domingo Carrasco precisó que esa investigación se forzó a que concluyeran que el ser humano es malo de forma innata. Añadió que el experimento tampoco ha podido ser replicado.
“Estamos formando psicólogos con todas esas falsedades”, expresó. Esto porque los libros de psicologías están llenos de conclusiones basadas en esos experimentos.
La cueva de los ladrones
Este experimento fue hecho por  Muzafer Sherif y Carolyn Sherif. Se buscó un grupo de adolescentes que luego se dividió en dos grupos. En este experimento se pretendía lograr la enemistad de los grupos.
La enemistad se buscaría a través de un juego de pelota donde el árbitro favorecería a un grupo sin importar qué.
Muzafer Sherif  luego iba a provocar una situación de emergencia para que los grupos sean amigos otra vez. Pero esto no sucedió, puesto que el grupo que siempre estuvo afectado por las decisiones de los árbitros tomó la decisión de descargar su ira en el árbitro y no con el otro grupo.
Como esto no pasó, Sherif  escribió un informe falso de lo sucedido puesto que la fundación Rockefeller le dio 250 mil dólares para que realizara el experimento.

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lunes, 18 de marzo de 2019

CEREBROS HUMANOS, RAZAS HUMAS



J. R. Albaine Pons

Una muestra de que los humanos seguimos evolucionando resulta del estudio de dos poblaciones que viven en elevadas altitudes del planeta. Los tibetanos, del Himalaya, muestran una sangre con mayor capacidad de transportar oxígeno que los demás humanos y los indios Aymara de los Andes, en Bolivia, muestran un corazón más fuerte. Dos soluciones biológicas distintas a un mismo problema ecológico, aire más fino y con menor concentración de oxígeno.
¿Qué no serían las variaciones de genes activos en nuestro cerebro, que aún hoy día nadie se atreve a investigar?
Desde que las Naciones Unidas, un ente político, impulsada y avergonzada por las declaraciones y acciones de Primo Levi, escritor italiano, de etnia judía, y uno de los 20 sobrevivientes del campo de concentración alemán de Auschwitz, liberado por el ejército Rojo soviético, y por ende superviviente del Holocausto realizado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial del pasado siglo, oficializó que las razas humanas no existían, que eran un constructo cultural, ahí no había ciencia, ni genética, solo política y si se quiere, mucho humanismo y mucha vergüenza ajena, las razas humanas se volvieron tabú para la ciencia.
En zoología, raza es un grupo de individuos con parecidas características físicas y conductuales, o sea poblaciones genéticamente distintas dentro de una misma especie, aunque común en el habla, no está, por supuesto, en el código formal de nomenclatura oficial, y solo se usa en animales domésticos.
Pero, ¿el ser humano? El único mono doméstico, y que a diferencia de los demás animales y vegetales domésticos, prolíficos en razas ¿no presenta razas? Lo dudo mucho.
El futuro dirá. Ninguna ideología ha detenido por mucho tiempo el avance de las ciencias y el Lisenkoismo de las Naciones Unidas con respecto al Homo sapiens (se escribe así, con H mayúscula y s minúscula), no será la excepción.
Ojo, razas humanas no significa una mejor que otra, sino cada una mejor adaptada al ambiente en que apareció y le tocó y le sigue tocando vivir.
Por supuesto, a los psicólogos evolucionistas y neurocientíficos evolucionistas los atacan por muchos lados, tanto de mala fe, como de buena fe. De buena fe lo hace el filósofo latinoamericano Dr. Mario Bunge, cuando declara a la primera una pseudociencia, porque sus análisis se basan en que el ser humano moderno que junto con el habla se adaptó a una vida de sabana hace cien mil años y así funciona su cerebro, no ha seguido evolucionando. Esto último no lo dicen los psicólogos evolucionistas, lo dice Bunge.
La psicología evolucionista parte de la premisa de que gran parte de nuestro cerebro evolucionó hace cien mil años en la sabana africana y desarrollo ahí el lenguaje y el habla y si bien tiene que haber cambiado y evolucionado en todo ese tiempo, sus procesos básicos son los mismos que entonces. No parece una mala idea ni tampoco una falsa premisa, como lo muestran muchos resultados de sus investigaciones y muchos datos de la paleogenética moderna.
Un reciente estudio publicado en “Current Anthropology” sobre 60 culturas, analizando más de 600 fuentes bibliográficas, sobre conductas dependientes básicamente de las zonas más antiguas de nuestros cerebros identificó 7 reglas morales que parecen cumplirse universalmente: ayudar a la familia, ayudar al grupo, devolver favores, ser valientes, respeto a superiores, dividir justamente recursos y respetar propiedades ajenas. Un buen apoyo a la psicología evolutiva, pero que también nos dice que las adaptaciones a nuevas ecologías debieron ocurrir en funciones de las consideradas ejecutadas por las áreas más nuevas de nuestro cerebro, evolutivamente hablando.
Claro que todo el que conoce los procesos evolutivos afirma que estos son constantes en todos los seres vivos y la adaptación a la vida en elevados territorios así lo demuestra en humanos, como antes se sabía de muchos otros organismos.
Llegará el día que veremos los genes característicos de los individuos de una raza humana, que si bien casi en todos los humanos aparecen trazas de genes de otras razas (habrá que ver en mongoles, esquimales e indígenas brasileños si lo presentan, tras vivir aislados desde hace milenios) es casi seguro que aparecerán las variaciones que hacen a unos distintos de otros para ciertas cosas, ¡y quizás no!, pero hasta que no se realicen esos estudios, no sabremos.
Ya las investigaciones biomédicas se involucran poco a poco y cada vez más en esta ruta. Se estudió el fenómeno de por qué un 70% de los fumadores de raza negra jóvenes preferían fumar cigarrillos mentolados, algo que solo hace alrededor del 10% de la población estadounidense. Se encontró una variante de un gen, productor de una proteína que en presencia del mentol permite mayor fluidez en las mucosidades pulmonares, variante no encontrada en ninguno de los controles de raza blanca.
Se reportan medicamentos que actúan distintamente o con distinta potencia en varones   y hembras, así como entre asiáticos, negros y blancos estadounidenses. Además, ciertas enfermedades son más abundantes entre personas de ciertas razas y la intolerancia a la lactosa, por ejemplo, ha sido ya un fenómeno ampliamente estudiado.
Los problemas de las ciencias son como los de las democracias, los últimos se resuelven con mas democracia y los primeros, con más ciencia. El tiempo dirá.
Aunque me parece que no estudiar científicamente algo, por acuerdos políticos, nos lleve a parte alguna, como de hecho ha sido el caso de las razas humanas.


martes, 12 de febrero de 2019

Darwin, siempre Darwin



J. R. Albaine Pons


Los 12 de febrero se celebra mundial mente el día de Charles Darwin, en honor a su cumpleaños.

Ya lo sabemos, fue el sabio y naturalista inglés que propuso la teoría de la evolución, por medio de la selección natural.

Su idea, que desarrolló durante 26 años antes de ser publicada en 1859, y que vendió la tirada de 1,500 ejemplares en un solo día, ha devenido en el real inicio de las Ciencias Biológicas, al ofrecer una base teórica para la comprensión de todo lo vivo en nuestro planeta. Todo lo que hoy vive tiene ancestros, y muchos de estos ancestros son comunes, como tenemos los humanos y los chimpancés, todos los primates, todos los mamíferos, todos los animales y también las plantas, los hongos y las bacterias.

El impacto de los trabajos de Darwin no solo dio una base teórica a la biología, sino que sus ideas de que los humanos somos un animal más en el planeta, impactó la sociedad de su época y hasta nuestros días produce controversias. Y yo he pensado que somos un simple mono doméstico, (claro, también sabemos que hay humanos más animales que otros).

La idea del psicólogo evolucionista Steven Pinker, en su último libro En Defensa de la Ilustración (2018), ya en castellano, sobre la vida me parece importante e impresionante a la vez:

La vida tiene tres factores fundamentales – la segunda ley de la termodinámica, que dice que todo sistema cerrado  aumenta su entropía, que equivale a decir que tiende al caos, la evolución por selección natural y la información, que nos permite a los seres vivos evitar en lo posible el aumento del caos o la entropía por un cierto tiempo. La vida pues, lo vivo, sale de lo físico, pasa por lo químico, evoluciona en lo biológico y se mantiene por procesos de información, que a veces confundimos con “cosas”, cuando no son más que procesos, o sea los reificamos, como la digestión, la memoria y la consciencia, por decir tres ejemplos.

Aunque en vida de Darwin toda la ciencia y gran parte de la sociedad letrada aceptó la evolución, la causa principal de la misma, la selección natural, no fue aceptada por todos. Hubo que esperar a los años 30’s del pasado siglo XX por el desarrollo de la genética de poblaciones para su aceptación casi universal en el mundo de la ciencia.

Y digo casi porque aún hoy en el 2019 salen libros a la luz con teorías, como una reciente de cambios moleculares y termodinámica, que intentan demostrar lo errónea de la evolución darwiniana. Estos intentos, en lo que llamamos mundo occidental desarrollado, se dan con frecuencia y terminan en el olvido. Y señalo esto porque, por ejemplo, en el mundo musulmán la evolución es blasfemia y por lo tanto prohibida y es muy raro que se piense, se investigue y se escriba sobre ideas prohibidas.

El Imperio Británico reconoció a Darwin. Fue una de las cinco personas no miembros de la realeza, que tuvieron un funeral de estado en todo el siglo XIX. El único científico en ese siglo. Los otros cuatro fueron el Almirante Lord Nelson, que murió en la batalla de Trafalgar y los otros tres fueron Primer Ministro o jefes de gobierno del Imperio. Darwin fue enterrado junto a Newton, así fue el único científico en los cien años que la ciencia británica iluminó al mundo con sus descubrimientos, que recibió esa distinción.

“Nada tiene sentido en biología, si no es a la luz de la evolución”. Como expresara el gran evolucionista del siglo XX Theodosius Dobzhansky, ucraniano, graduado en la Universidad de Kiev, experto en genética de poblaciones, que fue de los pocos que pudieron escapar de Joseph Stalin y su Lisenko, anti darwinistas por decreto, “uno de los fundadores de la segunda oleada de la síntesis evolutiva moderna” como lo consideró el también evolucionista y gran divulgador de la evolución , ido a destiempo, Stephen Jay Gould en su magnum opus “The Structure of Evolutionary Theory” ( 2002), y no solo de la biología, como lo muestran los textos de Dobzhansky que amplían y aplican a otros campos del saber la teoría evolucionista, como sus textos “ La Base Biológica de la Libertad Humana” ( 1954) y “Human Culture and Evolution”  (1983).

Y como tantas veces se ha escrito, solo han muerto los que nunca son recordados. Feliz cumpleaños, Charles Darwin, todo el mundo lo celebra jubiloso, aunque algunos aún lo tienen que hacer en silencio.

jueves, 31 de enero de 2019

EL EXPERIMENTO DE J.B.WATSON CON ALBERTICO: ¿UN FRAUDE CIENTIFICO EN LA PSICOLOGIA?



J.R. Albaine Pons y Domingo Carrasco

En “The Chronicle Of Higher Education”, del 2 de junio de 2014, aparece un trabajo de Tom Bartlett que inicia de la manera siguiente: “En 2009, el misterio de décadas de antigüedad de ‘Albertico’ fue finalmente resuelto. ¿O acaso lo fue?, La búsqueda del Niño Perdido de la Psicología.” Se refiere al experimento que supuestamente realizara John B. Watson en un hospital de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos de Norteamérica y que lanzó el conductismo como la psicología de los Estados Unidos.
El “experimento” que Watson realizó con el bebé, quien es conocido en la literatura científica como Albertico (Little Albert), para probar que la fobia era adquirida mediante un condicionamiento clásico, fue mandado a filmar por Watson. En el film se puede ver cómo se le presentan a Albertico presuntos estímulos amenazantes, como son, un trozo de periódico ardiendo, luego un mono controlado por Watson mediante una correa atada a un collar. Inmediatamente continua frente al niño el desfile de lo que decimos son supuestos “estímulos amenazantes,” como un perro, una rata, y hasta un conejo.
¿Por qué filmar el experimento? ¿Qué fin propagandístico tenía el experimento? O peor aún, ¿sabía Watson cuál iba a ser el resultado de esta experiencia? estas sospechas son adelantadas por propio Bartlett. Este dice que estas palabras aparecen en la pantalla: “El miedo a un animal puede ser experimentalmente establecido mediante la estimulación del bebé con un sonido fuerte justo en el momento en que el animal le es presentado”. Da la impresión, por estas palabras, que el experimento fue filmado cuando se ejecutaba, y que, los experimentadores, suponían lo que iba a suceder, que no era otra  cosa que lo que tenían tramado: un show, un espectáculo, un fraude, de lo que luego resultaría ser la piedra fundacional del conductismo norteamericano.
La primera escena del desfile de los supuestos estímulos amenazantes no impresionó a Albertico. Todos eran estímulos “neutros”, que es el término con el que se designan en la jerga conductista a aquellos estímulos que no están asociados a las conductas que ellos anteceden. Entonces sucede la magia. Watson golpea con un martillo una barra de hierro y Albertico dizque se sobresalta, decimos dizque porque no se ve en el video, lo cual resultaría natural en caso de que realmente sucediera, y Pavlov ya había descrito el “reflejo de sobresalto”, conocido en España como “reflejo del moro”. Supuestamente esta experiencia se repitió varias veces, como dicen los textos, no sabemos cómo él sabía que tenía que repetirla varias veces, si hoy en día conocemos que cuando se trata de una experiencia negativa, como son las dolorosas o más bien traumáticas, basta una sola experiencia para  que genere Trastorno de Estrés Post Traumático, como en los casos, por ejemplo, de una violación sexual, un accidente de tránsito aparatoso, un acto terrorista o ser testigo presencial de un asesinato macabro. En el caso de las experiencias de condicionamiento realizadas por el propio Iván Pavlov, para activar la salivación ante el sonido de un zumbador, sonido este que no produce dolor, se necesitan muchísimos ensayos para lograr el condicionamiento.
No entendemos cómo una cosa que le ha costado tanto tiempo conocer a los psicólogos evolucionistas Watson ya la “sabía” casi un siglo antes.
Según lo que cuenta Bartlett, Watson uso a dos niños. Si, fueron dos niños diferentes. Un niño con trastornos del desarrollo y otro niño aparentemente sano. En  el video (Ver video https://www.youtube.com/watch?v=IteGZg2fWuY ) se ve que  estos estímulos neutros son presentados al niño de manera brusca, tanto así que asustaría, o mejor dicho, molestaría, no a un niño, a cualquiera. A pesar de todo, el bebé, de forma serena mira cada estímulo que le presentan con escaso interés: no hay lágrimas, ni berrinches. En cierto momento Rosalie, su ayudante, sujeta a este bebe por la espalda como para que no se cayera.
En la siguiente escena, cuenta Bartlett, lo que se puede ver en el video, que luego de la supuesta ocurrencia del ruido en presencia de la rata, el bebé, no el primero, sino otro, llora e intenta alejarse a rastras. El conejo y el mono también vuelven, junto con un perro diferente. El bebé llora cada vez que aparecen estos estímulos. Lo que sucedió, según se relata en numerosos artículos y libros, es que, por la asociación creada entre el ruido y esos animales peludos, el bebé se había condicionado a tenerle miedo a estos estímulos: al bebe se le había inculcado una fobia.
Bartlett se pregunta dramáticamente si Watson no habría generado en Albertico un terror a esos animales para toda la vida.
Un detalle sospechoso señalado por Bartlett: Watson habría proporcionado detalles biográficos relativamente escasos en las notas del experimento, y, se sabe, que había quemado sus papeles antes de su muerte. Esto dificultó durante mucho tiempo el esclarecimiento de la verdad que hoy empezamos a conocer.
Bartlett nos indica que “La verdadera identidad de ese bebé ha intrigado siempre a los estudiantes de psicología. ¿Quién era él? ¿Qué le pasó?” le preguntaban al propio Watson, quien respondía diciendo que nunca más supo de él, ni de su madre.
Ahora podemos ver alguna luz, gracias a Hall Beck, profesor de psicología en la Appalachian State University, de Carolina del Norte, quien publicó un artículo en el 2009 que arroja nuevas luces sobre el caso, aunque fue muy discutido. Beck y sus colegas investigadores habían rastreado muchas pistas sospechosas durante una década antes de llegar finalmente a una conclusión. Conclusión esta que ha cambiado la visión original de la “historia” de Albertico, según los libros de texto, que tantas veces repetimos e hicimos aprender a nuestros estudiantes de psicología.
Lo que encontraron echó una sombra aún más oscura sobre el éticamente dudoso experimento de Watson. Nadie sería capaz de mirar la película, o pensar sobre Little Albert, de la misma manera como la relatan los libros. (Aunque no hoy en día en Wikipedia).
Seamos directos, para no alargar la historia, y resumamos lo que nos dice Bartlett. Watson uso dos niños. Si, eran dos Albertico, y en el video de YouTube se ve claro: dos niños muy diferentes. Uno que pudiéramos decir, era de apariencia normal y, el otro, que era hidrocefálico y que padecía, además, de retardo mental. A este último es a quien primeramente presentan los estímulos en el experimento. Watson supuestamente golpea un tubo con un martillo que produciría, porque no se ve en el video, un ruido escandaloso que disparará el ya referido reflejo de sobresalto. Esto supuestamente hace que él bebe asocie la presencia de los estímulos inofensivos al susto que supuestamente ha sufrido, lo que le generaría como consecuencia una fobia, con lo cual quedaría completado el condicionamiento a la fobia en Albertico.
Entonces aparece en el video un Albertico (un niño diferente al primero) asustado, temeroso, que trata de escapar a los estímulos ya antes presentados  y a los cuales él (el primer niño) no temía.
Cuenta la Historia de la Psicología como creado el terror, Watson aplica, podemos decir, mágicamente, el remedio por primera vez de lo que se conoce como contra condicionamiento, técnica desarrollada años después del experimento, aunque ya conocida de Pavlov y base del fenómeno de la extinción en sus estudios. En casos de temores del tipo que acabamos de mencionar, al niño se le abraza y acaricia mientras es alimentado en presencia de los estímulos que disparan las reacciones de miedo (esta parte no aparece en el video, ¿si no se filmó, sucedió?), con lo cual las reacciones negativas irían desapareciendo paulatinamente, luego de lo cual Albertico volvería a reaccionar ante dichos estímulos como lo hiciera la primera vez, sin mostrar ningún temor.
Las investigaciones citadas por Bartlett dan cuenta de que aparecieron los dos Albertico. Si, dos, pero ya muertos.  Uno fue Douglas Merritte, el que padecía retardo mental e hidrocefalia, quien muriera a los seis años de edad. Bartlett muestra la foto de la tumba del niño, localizada por Beck y Fridlund, hallazgo reportado en 2012 como parte de su investigación sobre el caso de Albertico. El propio Beck nos dice que su investigación le tomo más años de los que el niño vivió, quien muriera en 1925. El otro fue William Albert B., de quien Bartlett muestra una fotografía aportada por una sobrina residente en Canadá, ya un señor adulto mayor, antes de fallecer a los ochenta y siete años de edad. De este último la sobrina cuenta que cuando él la visitaba, lo que hacía con cierta frecuencia, antes de entrar a la casa, ella debía encerrar en una habitación a unos perritos chihuahua que tenía, debido a que el tío Albert temía a los  perros sin importar su tamaño. Entonces, ¿Cuál fue la fobia que Watson eliminó a Albertico mediante el “contra condicionamiento”?.
De las investigaciones que se han hecho “en busca del niño perdido de la psicología” se sabe que, la madre de Albertico, horrorizada por las torturas a las que Watson habría sometido al niño, abandonó su empleo en el hospital donde éste hacia sus pruebas con los dos niños, sin que jamás se supiera de ella y de su Albertico.
Recordemos que Watson se vio envuelto en un escándalo mayúsculo al divorciarse de su esposa en esos momentos y casarse con Rosalie Rayner, la estudiante graduada que le asistió en el experimento, algo considerado muy reprochable para la época. A consecuencia del escándalo fue expulsado de John Hopkins University y de todo lo que tuviese que ver con la Psicología. Además le fueron retirados todos los títulos y honores recibidos. Sus hijos fueron criados en las estrictas medidas por él defendidas y resulto que todos intentaron suicidarse cuando adultos y uno lo logró. Curiosamente en los años 50s, todas las sanciones impuestas a Watson a raíz de dicho escándalo le fueron retiradas, y le restablecieron sus puestos, membresías y honores perdidos, según señala Bartlett; aunque ya el propio Watson no estaba interesado en la academia.
A nosotros no nos queda otra cosa que preguntarnos ¿Qué razón tan poderosa tuvieron en Estados Unidos de Norte América para perdonarle a Watson sus “ofensas” a la moral victoriana y premiarlo con su rehabilitación? Parece que al fin y al cabo lo que Watson hizo produjo algún beneficio: darle visos de legitimidad al conductismo operante que ya a mitad de los años 50s era seriamente cuestionado y, nos parece a nosotros, se necesitaba como contraparte de los descubrimientos de Pavlov en el ámbito de la Guerra Fría de la época. Independientemente de que eso fuera así, J.B. Watson fue una de las personalidades mas controversiales de la psicología estadounidense delEl experimento de J.B. Watson con Albertico: ¿Un fraude científico en la Psicología?
J.R. Albaine Pons y Domingo Carrasco
En “The Chronicle Of Higher Education”, del 2 de junio de 2014, aparece un trabajo de Tom Bartlett que inicia de la manera siguiente: “En 2009, el misterio de décadas de antigüedad de ‘Albertico’ fue finalmente resuelto. ¿O acaso lo fue?, La búsqueda del Niño Perdido de la Psicología.” Se refiere al experimento que supuestamente realizara John B. Watson en un hospital de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos de Norteamérica y que lanzó el conductismo como la psicología de los Estados Unidos.
El “experimento” que Watson realizó con el bebé, quien es conocido en la literatura científica como Albertico (Little Albert), para probar que la fobia era adquirida mediante un condicionamiento clásico, fue mandado a filmar por Watson. En el film se puede ver cómo se le presentan a Albertico presuntos estímulos amenazantes, como son, un trozo de periódico ardiendo, luego un mono controlado por Watson mediante una correa atada a un collar. Inmediatamente continua frente al niño el desfile de lo que decimos son supuestos “estímulos amenazantes,” como un perro, una rata, y hasta un conejo.
¿Por qué filmar el experimento? ¿Qué fin propagandístico tenía el experimento? O peor aún, ¿sabía Watson cuál iba a ser el resultado de esta experiencia? estas sospechas son adelantadas por propio Bartlett. Este dice que estas palabras aparecen en la pantalla: “El miedo a un animal puede ser experimentalmente establecido mediante la estimulación del bebé con un sonido fuerte justo en el momento en que el animal le es presentado”. Da la impresión, por estas palabras, que el experimento fue filmado cuando se ejecutaba, y que, los experimentadores, suponían lo que iba a suceder, que no era otra  cosa que lo que tenían tramado: un show, un espectáculo, un fraude, de lo que luego resultaría ser la piedra fundacional del conductismo norteamericano.
La primera escena del desfile de los supuestos estímulos amenazantes no impresionó a Albertico. Todos eran estímulos “neutros”, que es el término con el que se designan en la jerga conductista a aquellos estímulos que no están asociados a las conductas que ellos anteceden. Entonces sucede la magia. Watson golpea con un martillo una barra de hierro y Albertico dizque se sobresalta, decimos dizque porque no se ve en el video, lo cual resultaría natural en caso de que realmente sucediera, y Pavlov ya había descrito el “reflejo de sobresalto”, conocido en España como “reflejo del moro”. Supuestamente esta experiencia se repitió varias veces, como dicen los textos, no sabemos cómo él sabía que tenía que repetirla varias veces, si hoy en día conocemos que cuando se trata de una experiencia negativa, como son las dolorosas o más bien traumáticas, basta una sola experiencia para  que genere Trastorno de Estrés Post Traumático, como en los casos, por ejemplo, de una violación sexual, un accidente de tránsito aparatoso, un acto terrorista o ser testigo presencial de un asesinato macabro. En el caso de las experiencias de condicionamiento realizadas por el propio Iván Pavlov, para activar la salivación ante el sonido de un zumbador, sonido este que no produce dolor, se necesitan muchísimos ensayos para lograr el condicionamiento.
No entendemos cómo una cosa que le ha costado tanto tiempo conocer a los psicólogos evolucionistas Watson ya la “sabía” casi un siglo antes.
Según lo que cuenta Bartlett, Watson uso a dos niños. Si, fueron dos niños diferentes. Un niño con trastornos del desarrollo y otro niño aparentemente sano. En  el video (Ver video https://www.youtube.com/watch?v=IteGZg2fWuY ) se ve que  estos estímulos neutros son presentados al niño de manera brusca, tanto así que asustaría, o mejor dicho, molestaría, no a un niño, a cualquiera. A pesar de todo, el bebé, de forma serena mira cada estímulo que le presentan con escaso interés: no hay lágrimas, ni berrinches. En cierto momento Rosalie, su ayudante, sujeta a este bebe por la espalda como para que no se cayera.
En la siguiente escena, cuenta Bartlett, lo que se puede ver en el video, que luego de la supuesta ocurrencia del ruido en presencia de la rata, el bebé, no el primero, sino otro, llora e intenta alejarse a rastras. El conejo y el mono también vuelven, junto con un perro diferente. El bebé llora cada vez que aparecen estos estímulos. Lo que sucedió, según se relata en numerosos artículos y libros, es que, por la asociación creada entre el ruido y esos animales peludos, el bebé se había condicionado a tenerle miedo a estos estímulos: al bebe se le había inculcado una fobia.
Bartlett se pregunta dramáticamente si Watson no habría generado en Albertico un terror a esos animales para toda la vida.
Un detalle sospechoso señalado por Bartlett: Watson habría proporcionado detalles biográficos relativamente escasos en las notas del experimento, y, se sabe, que había quemado sus papeles antes de su muerte. Esto dificultó durante mucho tiempo el esclarecimiento de la verdad que hoy empezamos a conocer.
Bartlett nos indica que “La verdadera identidad de ese bebé ha intrigado siempre a los estudiantes de psicología. ¿Quién era él? ¿Qué le pasó?” le preguntaban al propio Watson, quien respondía diciendo que nunca más supo de él, ni de su madre.
Ahora podemos ver alguna luz, gracias a Hall Beck, profesor de psicología en la Appalachian State University, de Carolina del Norte, quien publicó un artículo en el 2009 que arroja nuevas luces sobre el caso, aunque fue muy discutido. Beck y sus colegas investigadores habían rastreado muchas pistas sospechosas durante una década antes de llegar finalmente a una conclusión. Conclusión esta que ha cambiado la visión original de la “historia” de Albertico, según los libros de texto, que tantas veces repetimos e hicimos aprender a nuestros estudiantes de psicología.
Lo que encontraron echó una sombra aún más oscura sobre el éticamente dudoso experimento de Watson. Nadie sería capaz de mirar la película, o pensar sobre Little Albert, de la misma manera como la relatan los libros. (Aunque no hoy en día en Wikipedia).
Seamos directos, para no alargar la historia, y resumamos lo que nos dice Bartlett. Watson uso dos niños. Si, eran dos Albertico, y en el video de YouTube se ve claro: dos niños muy diferentes. Uno que pudiéramos decir, era de apariencia normal y, el otro, que era hidrocefálico y que padecía, además, de retardo mental. A este último es a quien primeramente presentan los estímulos en el experimento. Watson supuestamente golpea un tubo con un martillo que produciría, porque no se ve en el video, un ruido escandaloso que disparará el ya referido reflejo de sobresalto. Esto supuestamente hace que él bebe asocie la presencia de los estímulos inofensivos al susto que supuestamente ha sufrido, lo que le generaría como consecuencia una fobia, con lo cual quedaría completado el condicionamiento a la fobia en Albertico.
Entonces aparece en el video un Albertico (un niño diferente al primero) asustado, temeroso, que trata de escapar a los estímulos ya antes presentados  y a los cuales él (el primer niño) no temía.
Cuenta la Historia de la Psicología como creado el terror, Watson aplica, podemos decir, mágicamente, el remedio por primera vez de lo que se conoce como contra condicionamiento, técnica desarrollada años después del experimento, aunque ya conocida de Pavlov y base del fenómeno de la extinción en sus estudios. En casos de temores del tipo que acabamos de mencionar, al niño se le abraza y acaricia mientras es alimentado en presencia de los estímulos que disparan las reacciones de miedo (esta parte no aparece en el video, ¿si no se filmó, sucedió?), con lo cual las reacciones negativas irían desapareciendo paulatinamente, luego de lo cual Albertico volvería a reaccionar ante dichos estímulos como lo hiciera la primera vez, sin mostrar ningún temor.
Las investigaciones citadas por Bartlett dan cuenta de que aparecieron los dos Albertico. Si, dos, pero ya muertos.  Uno fue Douglas Merritte, el que padecía retardo mental e hidrocefalia, quien muriera a los seis años de edad. Bartlett muestra la foto de la tumba del niño, localizada por Beck y Fridlund, hallazgo reportado en 2012 como parte de su investigación sobre el caso de Albertico. El propio Beck nos dice que su investigación le tomo más años de los que el niño vivió, quien muriera en 1925. El otro fue William Albert B., de quien Bartlett muestra una fotografía aportada por una sobrina residente en Canadá, ya un señor adulto mayor, antes de fallecer a los ochenta y siete años de edad. De este último la sobrina cuenta que cuando él la visitaba, lo que hacía con cierta frecuencia, antes de entrar a la casa, ella debía encerrar en una habitación a unos perritos chihuahua que tenía, debido a que el tío Albert temía a los  perros sin importar su tamaño. Entonces, ¿Cuál fue la fobia que Watson eliminó a Albertico mediante el “contra condicionamiento”?.
De las investigaciones que se han hecho “en busca del niño perdido de la psicología” se sabe que, la madre de Albertico, horrorizada por las torturas a las que Watson habría sometido al niño, abandonó su empleo en el hospital donde éste hacia sus pruebas con los dos niños, sin que jamás se supiera de ella y de su Albertico.
Recordemos que Watson se vio envuelto en un escándalo mayúsculo al divorciarse de su esposa en esos momentos y casarse con Rosalie Rayner, la estudiante graduada que le asistió en el experimento, algo considerado muy reprochable para la época. A consecuencia del escándalo fue expulsado de John Hopkins University y de todo lo que tuviese que ver con la Psicología. Además le fueron retirados todos los títulos y honores recibidos. Sus hijos fueron criados en las estrictas medidas por él defendidas y resulto que todos intentaron suicidarse cuando adultos y uno lo logró. Curiosamente en los años 50s, todas las sanciones impuestas a Watson a raíz de dicho escándalo le fueron retiradas, y le restablecieron sus puestos, membresías y honores perdidos, según señala Bartlett; aunque ya el propio Watson no estaba interesado en la academia.
A nosotros no nos queda otra cosa que preguntarnos ¿Qué razón tan poderosa tuvieron en Estados Unidos de Norte América para perdonarle a Watson sus “ofensas” a la moral victoriana y premiarlo con su rehabilitación? Parece que al fin y al cabo lo que Watson hizo produjo algún beneficio: darle visos de legitimidad al conductismo operante que ya a mitad de los años 50s era seriamente cuestionado y, nos parece a nosotros, se necesitaba como contraparte de los descubrimientos de Pavlov en el ámbito de la Guerra Fría de la época. Independientemente de que eso fuera así, J.B. Watson fue una de las personalidades mas controversiales de la psicología estadounidense del 

sábado, 12 de enero de 2019

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