domingo, 22 de abril de 2012

La hipótesis de Dios 



 J. R. Albaine Pons 



 Cuando llegué a la Universidad estatal de Kiev a realizar mis estudios de doctorado, no pasaba un día que no me presentasen varias personas: los profesores de la Cátedra de Fisiología Animal y Humana, los investigadores del Instituto de Fisiología de la universidad, los otros aspirantes al doctorado de la cátedra, de otras cátedras de la Facultad de Biología. Y una pregunta se repetía varias veces al día: “que bueno que estás aquí con nosotros José y cuál es tu problema? ¿cuál es tu pregunta?” Yo saludaba tímidamente y respondía: “estoy estudiando”. Antes del mes ya no aguantaba más la situación y me presenté a mi Director de Tesis y le dije: Tengo un problema Dr., ¿qué es un problema?¿qué es una pregunta? Yo no entiendo nada. Mi jefe científico sonrió amablemente y me envió con un papel escrito por él (que no entendí, por supuesto, además de que en ruso las letras de imprenta son totalmente distintas en la forma a las manuscritas) a quien sería mi segundo y directo asesor científico. Para hacer corto el cuento, éste me prestó dos textos en inglés: un pequeño libro de Ivan Pavlov sobre Fisiología y Psicología y otro sobre la investigación científica del francés del siglo XIX Claude Bernard: Introducción al estudio de la medicina experimental. Una semana después (bajo la suposición que me había leído ya ambos libros) me dijo: “tu problema es lo que tú quieres saber, lo que intelectualmente te preocupa y que debes formular como una pregunta. No es algo simple de presentar. El tema puede haber sido ya tratado antes, pero tu pregunta tiene que ser nueva. Y tu respuesta tentativa tiene que poder estudiarse en un laboratorio”. Con el tiempo estudié y comprendí lo que es un problema científico y más ampliamente un problema intelectual. Aprendí la diferencia entre una investigación científica y un levantamiento de datos para tomar decisiones. También aprendí que la respuesta tentativa a un problema científico es lo que se denomina una hipótesis. Mucho se ha escrito sobre lo que es y no es una pregunta y una hipótesis científica y los filósofos de la ciencia y algunos destacados científicos han presentado variadas opiniones al respecto. Como se prueba una hipótesis y hasta donde estamos seguros de estas pruebas es otro campo que también se ha estudiado mucho. Pero eso es hoy y ahora. Hoy una pregunta científica es lo que estudia la ciencia y una hipótesis científica es la explicación tentativa que ofrece la ciencia, que debe probarse (refutarse dicen los filósofos). Pero lo anterior no significa que la humanidad antes de la ciencia no se hiciera preguntas válidas y que no diera respuestas a sus preguntas. Pudiéramos llamar hipótesis vulgares (no me gusta el término) o quizás mejor hipótesis simples a esas respuestas que intentábamos pensar para entender mejor el mundo que habitamos. Todo lo arriba escrito viene al caso por un reciente encuentro entre representantes de dos formas de pensamiento. A fines de febrero en el Reino Unido se realizó, en la universidad de Oxford, un encuentro entre el Arzobispo de Canterbury, R. Williams, (líder espiritual de la Iglesia Anglicana, cuya cabeza oficial es la Reina de Inglaterra) y el genetista, evolucionista, divulgador científico y ateo militante Richard Dawkings, autor de varios libros, entre ellos El Gen Egoísta ( un clásico ya en Ciencias Biológicas); de la definición de Meme, para aquellas ideas que supuestamente evolucionan y se expanden culturalmente y The God Delusion (H. Mifflin Company, Boston, N.Y., 2006). El debate, recordando otro histórico realizado en 1860 sobre la obra de Charles Darwin El Origen de las Especies, fue todo un éxito. Hay que saber que en Inglaterra hay que pagar para asistir a estos eventos y sus derechos se venden a la televisión. Es todo un espectáculo de la alta cultura. Su título fue “Sobre la naturaleza de los seres humanos y la cuestión última de sus orígenes”. Lo que dijeron Williams y Dawkings fue muy comentado en toda la prensa mundial, con encabezados como “el obispo también viene del mono” hasta “la diabólica teoría de la evolución”, como vemos, para todos los gustos. En nuestro país Acento.com, claro, nos trajo noticias del debate en el artículo de opinión “Sobre Dios y nuestros orígenes” del 01 de marzo pasado, por Leonardo Díaz. Una discusión (eso sí, civilizada y ecuánime y con valor de mercado, por supuesto) de este tipo siempre se desliza hacia la “pregunta” sobre la existencia de Dios y sobre su papel en todo lo que existe. Escribe Leonardo Díaz “la pregunta sobre la existencia de Dios es tan antigua como la historia de la humanidad y como todas las preguntas de su naturaleza carecen de auténticas respuestas… pues no son problemas en el sentido estricto del término”. Ese es por supuesto el canon actual. La existencia de Dios no es una pregunta científica, no es un problema científico y por lo tanto la ciencia no tiene nada que opinar al respecto. Pero veamos la idea de que no es una pregunta, sino una respuesta. Y que no fue desde el principio de la humanidad, sino más para acá, desde los griegos. En su erudito trabajo sobre el origen de Dios o mejor con su título ¿Como comenzó la idea de Dios?, de Colin Wells en el Journal of Humanities ande the Clasics, de la Universidad de Boston (Fall, 2010), este muestra como la razón de los griegos fue la primera en proponer un Dios único, de los muchos que tenía la humanidad de entonces y antes, y fueron los mismos griegos quienes se hacían la pregunta sobre la existencia de dioses y los que comenzaron a negarla…pero la dejaron como pregunta. Aunque muchos antropólogos señalan que los primeros dioses fueron animales, prefiero verlos como respuestas a fenómenos naturales. Dios no es un problema, no es una pregunta. Es la respuesta a una pregunta, a la pregunta de “¿cómo fue que apareció todo esto?”; “¿de dónde es que vienen las montañas, los ríos, los animales, nosotros?” Preguntas válidas en los principios de la humanidad, cuando seguramente también nos comenzamos a preguntar ¿Y por qué el sol se va moviendo y se desaparece y reaparece al otro día?, ¿Y por qué la luna y las estrellas aparecen después que se va el sol?; ¿por qué se enferma la gente, se muere la gente, nacen hijos con deformaciones? Todas preguntas válidas para aquellos seres que fueron nuestros ancestros y que luchaban por sobrevivir en condiciones muy adversas y solo con su cerebro como arma de defensa. Las respuestas “naive” que aparentemente se dieron han durado milenios, hasta hoy!... Todos sabemos la respuesta simple, la hipótesis simple al movimiento del sol en nuestro cielo: la Tierra es el centro del universo y el sol gira a su alrededor; todos sabemos lo que costó primero pensar, luego decir y más tarde demostrar sin ninguna duda razonable que es la Tierra la que se mueve. Igual pasó con las enfermedades, eran espíritus malignos, eran mal de ojo y envidia de otros; costó mucho trabajo, y aguantar muchas hogueras, pensar hipótesis alternativas y luego demostrarlas. Hoy día, aún aquellos que siguen pensando en dioses y en demonios, buscan antibióticos cuando se enferman. Y claro, de esas hipótesis simples, de esas respuestas primeras que ofreció la humanidad a lo que veía y a lo que le afectaba, surgieron los que decían las respuestas y se convirtieron en religiosos y formaron las religiones. Por eso muchos científicos nunca han aceptado “El Canon” de que la ciencia nada tiene que decir. Ante la pregunta de si creían en Dios ya muchos han contestado “no necesito esa hipótesis” y es así como el mismo Dawkings encabeza el segundo capítulo de su libro The god Delusion: La Hipótesis de Dios. La ciencia ha demostrado que si tiene y mucho que decir. Una a una hemos tenido la oportunidad de vivir en esta nuestra época como los antibióticos, las vacunas, la genética han ido sustituyendo aquellas hipótesis simples por hipótesis científicas (aunque los genetistas, cuando tienen un hijo, siguen preguntando si ya alguien les ha regalado su azabache al bebé). Se han ido sustituyendo respuestas inocentes por respuestas que resuelven problemas y nos ayudan a vivir más y a vivir mejor. Y me extrañó la discusión con Dawkings, no son los evolucionistas los que han desbancado la última hipótesis simple que sobrevive aún, la existencia de Dios. Han sido los físicos cosmólogos, con el también británico Stephen Hawking a la cabeza (S.Hawking & L.Mlodinow, The Grand Design, Bantam Books, 2010), los que han propuesto una respuesta alternativa y probable. En el Big Bang se creó la materia, el espacio y el tiempo. No hay tiempo antes del Big Bang, por lo tanto no hay causas. El universo se autocreo y no tiene propósito. Los modelos matemáticos inclusive proponen que pudieran existir múltiples universos y estar apareciendo ahora mismo y continuamente. Como dijo el propio Hawking, no hay Dios, no hay “cielo”, no hay vida eterna. Y se puede ser y vivir feliz conociendo eso. El propósito de la vida humana es ser feliz, asegura Fernando Savater, el filósofo ganador del premio Primavera de Novela de Espasa Calpe del 2012 (200,000 euros más publicación), añadiendo que es esa idea su principal contribución al pensamiento filosófico occidental. La ciencia si ha estudiado, y con mucho éxito, aquellas simples hipótesis formuladas por nuestros ancestros en el inicio de elevar su mirada al cosmos, en la sabana, fuera de los árboles. Y la ciencia si puede estudiar, y de hecho lo hace y bastante bien, como han transcurrido, que han hecho, que ha resultado de esas institucionalizaciones de aquellas respuestas simples, que se convirtieron en religiones y creencias irracionales. Qué papel han jugado en la cultura de los humanos y qué problemas han creado y cuales, supuestamente, han resuelto. Claro, la última gran novela que disfrutaron los franceses, escrita por una filósofa de profesión, Muriel Barbery, La elegancia del erizo (Gallimard , 2006; Seix y Barral, 2007, 2009 y 2010 en español) hace hablar a su protagonista así: “Como primates que somos, lo esencial de nuestra actividad consiste en mantener y cuidar nuestro territorio de manera que éste nos proteja y halague, en subir o no bajar en la escala jerárquica de la tribu y en fornicar de cuantas formas podamos-aunque no fuere más que en fantasía- tanto por el placer como por la descendencia prometida.”. Aquí en nuestra media isla la última novela que vi en la prensa anunciándose fue una sobre Judas y su entorno, o sea, el mundo anda por allá y nosotros aquí aún pensando y creyendo en apóstoles y traiciones e idas al “cielo”, sin cohetes ni trajes espaciales. Inclusive se les llama extravagantes o simplemente “atronao” (o uno de muchos sinónimos) a aquellos que insisten en pensar y conocer como se piensa hoy. Bien, por ahí vamos, que se le va a hacer. Otras ideas que se me han ocurrido leyendo sobre ese último encuentro entre la ciencia y la razón y la simpleza de mentes acomodadas espero presentarlas en el futuro, si mis lectores, Acento.com.do y el azar así lo permiten.