J. R. Albaine Pons
Los 12 de febrero se celebra mundial mente el día de Charles
Darwin, en honor a su cumpleaños.
Ya lo sabemos, fue el sabio y naturalista inglés que propuso
la teoría de la evolución, por medio de la selección natural.
Su idea, que desarrolló durante 26 años antes de ser
publicada en 1859, y que vendió la tirada de 1,500 ejemplares en un solo día,
ha devenido en el real inicio de las Ciencias Biológicas, al ofrecer una base
teórica para la comprensión de todo lo vivo en nuestro planeta. Todo lo que hoy
vive tiene ancestros, y muchos de estos ancestros son comunes, como tenemos los
humanos y los chimpancés, todos los primates, todos los mamíferos, todos los
animales y también las plantas, los hongos y las bacterias.
El impacto de los trabajos de Darwin no solo dio una base
teórica a la biología, sino que sus ideas de que los humanos somos un animal más
en el planeta, impactó la sociedad de su época y hasta nuestros días produce
controversias. Y yo he pensado que somos un simple mono doméstico, (claro, también
sabemos que hay humanos más animales que otros).
La idea del psicólogo evolucionista Steven Pinker, en su
último libro En Defensa de la Ilustración (2018), ya en castellano, sobre la
vida me parece importante e impresionante a la vez:
La vida tiene tres factores fundamentales – la segunda ley
de la termodinámica, que dice que todo sistema cerrado aumenta su entropía, que equivale a decir que
tiende al caos, la evolución por selección natural y la información, que nos
permite a los seres vivos evitar en lo posible el aumento del caos o la
entropía por un cierto tiempo. La vida pues, lo vivo, sale de lo físico, pasa
por lo químico, evoluciona en lo biológico y se mantiene por procesos de
información, que a veces confundimos con “cosas”, cuando no son más que
procesos, o sea los reificamos, como la digestión, la memoria y la consciencia,
por decir tres ejemplos.
Aunque en vida de Darwin toda la ciencia y gran parte de la
sociedad letrada aceptó la evolución, la causa principal de la misma, la
selección natural, no fue aceptada por todos. Hubo que esperar a los años 30’s
del pasado siglo XX por el desarrollo de la genética de poblaciones para su
aceptación casi universal en el mundo de la ciencia.
Y digo casi porque aún hoy en el 2019 salen libros a la luz
con teorías, como una reciente de cambios moleculares y termodinámica, que
intentan demostrar lo errónea de la evolución darwiniana. Estos intentos, en lo
que llamamos mundo occidental desarrollado, se dan con frecuencia y terminan en
el olvido. Y señalo esto porque, por ejemplo, en el mundo musulmán la evolución
es blasfemia y por lo tanto prohibida y es muy raro que se piense, se
investigue y se escriba sobre ideas prohibidas.
El Imperio Británico reconoció a Darwin. Fue una de las
cinco personas no miembros de la realeza, que tuvieron un funeral de estado en
todo el siglo XIX. El único científico en ese siglo. Los otros cuatro fueron el
Almirante Lord Nelson, que murió en la batalla de Trafalgar y los otros tres
fueron Primer Ministro o jefes de gobierno del Imperio. Darwin fue enterrado
junto a Newton, así fue el único científico en los cien años que la ciencia
británica iluminó al mundo con sus descubrimientos, que recibió esa distinción.
“Nada tiene sentido en biología, si no es a la luz de la
evolución”. Como expresara el gran evolucionista del siglo XX Theodosius
Dobzhansky, ucraniano, graduado en la Universidad de Kiev, experto en genética
de poblaciones, que fue de los pocos que pudieron escapar de Joseph Stalin y su
Lisenko, anti darwinistas por decreto, “uno de los fundadores de la segunda
oleada de la síntesis evolutiva moderna” como lo consideró el también
evolucionista y gran divulgador de la evolución , ido a destiempo, Stephen Jay
Gould en su magnum opus “The Structure of Evolutionary Theory” ( 2002), y no
solo de la biología, como lo muestran los textos de Dobzhansky que amplían y
aplican a otros campos del saber la teoría evolucionista, como sus textos “ La
Base Biológica de la Libertad Humana” ( 1954) y “Human Culture and
Evolution” (1983).
Y como tantas veces se ha escrito, solo han muerto los que
nunca son recordados. Feliz cumpleaños, Charles Darwin, todo el mundo lo
celebra jubiloso, aunque algunos aún lo tienen que hacer en silencio.