J.R. Albaine Pons
En febrero 19 de este 2015 un
escrito en la página de Opinión del NY Times lanzó un estremecimiento y un
dolor de pena en gran parte del mundo académico, científico e intelectual de
las neurociencias. Oliver Sacks, el gran neurólogo y divulgador de la medicina
y quien nos hizo ver el mundo particular y único de cientos de sus pacientes, y
de él mismo, anunció que semanas antes se le comunicó que moriría sin remedio
en pocos meses.
Desde hacía nueve años le habían
descubierto y operado un melanoma ocular que terminó por dejarle sin visión del
ojo izquierdo. Ahora, dice en su carta-ensayo de febrero, las metástasis ocupan
un tercio de su hígado y no pueden ser destruidas ni detenidas.
Escribe Sacks:” depende de mí ahora
como escojo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivir de la manera más
rica, profunda y productiva que pueda”. Y señala que en esto le ayuda las
palabras de uno de sus filósofos
favoritos, David Hume, quien al saber que estaba mortalmente enfermo a la edad
de 65 años, escribió una corta autobiografía en un solo día, en abril de 1776 y
la tituló “Mi propia vida”.
Señala Sacks que ha tenido suerte,
que ha escrito cinco libros y una autobiografía que pronto saldrá, en los 15
años que ha sobrevivido a Hume y que otros libros están en su etapa final.
Contrario a Hume quien escribió que “era difícil estar más alejado de la
vida de lo que estoy en el presente”, Sacks escribe que “ se siente intensamente
vivo y que espera en el tiempo que le queda profundizar sus amistades,
despedirse de los que ama, escribir más, viajar si tiene las fuerzas, adquirir
nuevos niveles de comprensión y de intuición”.
Dice que aún le preocupa el Oriente Medio, el calentamiento global y el
crecimiento de desigualdades, pero que esas cosas no son ya de su incumbencia;
que pertenecen al futuro y que dado los jóvenes médicos que le han atendido tan
bien considera “al futuro en buenas manos”.
Escribió finalmente: “No pretendo aparentar estar sin miedo …y sobre todas
las cosas he sido un ser consciente, un animal pensante, en este maravilloso
planeta y eso en si mismo ha sido un enorme privilegio y una aventura…Cuando la
gente muere, no puede ser reemplazada. Dejan agujeros que no pueden ser
cerrados, porque es el destino-genético y neural- de cada ser humano, ser un
individuo único, encontrar su propio camino, vivir su propia vida, morir su
propia muerte”.
Esta carta se publicó en el NY Times y en otros muchos periódicos del mundo
y es que Oliver Sacks no fue cualquier cosa. No era un científico, pero si fue
un médico que con sus escritos colocó la humanidad de sus pacientes en primer
plano y mostró a mucha gente que las enfermedades del cerebro, si bien
afectaban la vida, y en ciertos casos de manera drástica, la humanidad de la
persona no estaba perdida. Y recordaba a los amigos, parientes y médicos que
rodean a un enfermo, que estar vivo, aunque enfermo, aún era una gran dicha y
que se requiere comprensión y respeto por la peculiaridad de los individuos.
El 30 de agosto pasado, a los 82
años, falleció el Dr. Oliver Sacks. Su foto y la noticia de su deceso fue
primera plana en múltiples medios de comunicación mundial.
Oliver Sacks no sólo fue un gran divulgador de su neurología, que ya
después de él, tendrá otros mundos y visiones sobre los pacientes. Demostró
además ser un scholar, un erudito, como lo prueba su trabajo de 1995 “Escotoma:
una historia de olvido y desprecio científico”. En este aporte presentando
casos sobre la historia de la ciencia nos inicia en los escritos sobre las
migrañas de 1860, pasa por la distrofia muscular y la obra de G.B.Duchenne, los
miembros fantasmas ( que él había percibido en sí mismo luego de un trauma en
una pierna) y los trabajos de los soviéticos A.N.Leontiev y A.V.Zaporozhets al
respecto ( algo nada común en la literatura científica del “mundo libre”),
sigue con Darwin, Newton y Goethe y su teoría de los colores y finalmente por
P.K.Anokhin y otros soviéticos con sus teorías de funcionamiento cerebral
sistémico hasta nuestros días, con G. Edelman y su darwinismo neural. Un “tour
de forcé” que solo en las manos de un gran escritor y en la mente de un
completo conocedor puede alcanzar la profundidad y la simpleza con que lo
presentó Sacks.
Quizás fue más conocido por el gran público por su libro Despertares del
1973. En esta obra narra sus propias experiencias de 1969 con la novedosa droga
L-Dopa en pacientes paralizados por décadas, que él sospechaba se debía a la
epidemia de encefalitis letárgica ocurrida en los años 20 en la ciudad de New
York, y que fueron despertados temporalmente a otro tiempo y otra vida 40 años
después. En 1990 su libro fue llevado al cine y el recientemente desaparecido
Robin Williams representó el personaje del propio Sacks y Robert De Niro a
Leonard Lowe, el primer paciente tratado. La película fue nominada a tres Oscar
y dirigida por Perry Marshall. Y desde entonces es material obligatorio a
muchos estudiantes de medicina en el mundo, y, por supuesto, a los míos en
nuestra UASD.
No encontramos una manera más apropiada para expresar nuestra admiración y
respeto por la vida y obra del Dr. Sacks que comentar a nuestros lectores el
primer ensayo suyo aparecido post-mortem, solo unos días después de su partida.
“Ansia” es como ha sido traducido al castellano.
Narra la experiencia de un paciente que le visitó en el 2006, Walter B., de
49 años, y a quien adolescente tras un golpe en la cabeza sufría de brotes
epilépticos. Los ataques se hicieron tan frecuentes que ya no eran controlados
por fármacos y se le realizaron dos profundas cirugías en el lóbulo temporal
derecho de su cerebro. Se controlaron mejor las convulsiones, pero aparecieron
efectos secundarios dramáticos.
Walter comenzó a comer en exceso y a ganar peso. Se volvió irritable y
distraído; y desarrollo un apetito sexual insaciable. Cuando su señora, por
cansancio, no podía complacerlo más comenzó a buscar otras opciones y encontró
que la manera más fácil era la Internet y su pornografía, y así pasaba horas y
horas masturbándose por las noches.
Sus gustos se volvieron más extraños y radicales en cuanto al porno y
terminó descargando y comprando pornografía infantil.
Walter intentaba controlarse. Trabajaba y tenía vida social, pero en las
noches, a solas, era vencido por sus ansias, por su compulsión. Profundamente
avergonzado no contó nada a nadie y mantuvo una doble vida durante nueve años.
Un día fue allanado por la policía y acusado de tener pornografía infantil
en su computadora y entonces se derrumbó el mundo de Walter B. Otro neurólogo
que le atendió le diagnosticó el síndrome de Klüver y Bucy, pero aún así el
fiscal pidió 20 años de cárcel; aunque la comprensión del juez y una carta
enviada por el Dr. Sacks sobre la conducta de Walter y su enfermedad hizo que
recibiera una condena reducida y tratamiento. Su esposa le apoyo en todo
momento y años después Walter le diría al Dr. Sacks que se consideraba una
persona feliz.
Operando monos en 1937 a los cuales se les eliminaba el área inferior del
lóbulo temporal cerebral, el hipocampo y la amígdala límbica, Klüver y Bucy
reportaron que estos desarrollaban lo que llamaron ceguera psíquica, hiperfagia
e hipersexualidad y exceso de oralidad. Pronto se supo que la primera se debía
al daño temporal y que los demás signos y síntomas se debían a la ablación de
la amígdala límbica. El síndrome de Klüver y Bucy es un modelo que aparece en
todos los textos de neurociencias y de biología y fisiología sicológicas. Los
textos siempre presentan fotos de animales de laboratorio, ratas y gatos,
intentando copular con lo que sea que esté a su alcance en sus jaulas:
teléfonos, muñecos, cepillos de pelo y lo que fuese. Es más marcado en machos
que en hembras y se elimina con castración. Hoy sabemos que la inhibición que
ejerce la amígdala sobre el hipotálamo anterior, principal receptor de hormonas
sexuales en mamíferos, al eliminarse permite a los núcleos hipotalámicos entrar
en “overdrive”.
Fue en 1983 cuando se reportó por vez primera en un ser humano como
consecuencia de un tumor en la amígdala límbica que finalmente produjo la
muerte del paciente y se pudo examinar su cerebro post-mortem. Aunque con
anterioridad se tienen reportes de componentes del Klüver y Bucy en personas
operadas en el lóbulo temporal. Recientemente varias investigaciones lo han
relacionado con los efectos posteriores a encefalitis por herpes simple y hay
un caso en un bebé, luego de un síndrome de Reye.
El doctor Sacks había publicado el caso de Walter B. en una revista médica
en el 2010, como coautor y nos llama la atención que fuese ahora, cinco años
después cuando publicara un ensayo periodístico sobre el mismo y que resultó
post-mortem.
Pero Sacks era una persona muy enterada. Judío por nacimiento e Inglés por
ciudadanía, provenía de una familia de intelectuales y profesionales y realizó
casi toda su vida profesional en New York, Estados Unidos, aunque nunca
abandonó su ciudadanía británica.
Hace poco tiempo, aquí en nuestra República Dominicana un hecho ocupó a la
prensa mundial. El Nuncio Apostólico del Vaticano fue retirado de su puesto diplomático y de su condición de
sacerdote acusado de inconducta sexual con menores de edad, de pederastia. Su
juicio se inicio en el Vaticano que por vez primera en toda su historia
enjuiciaba a un sacerdote públicamente por dicha conducta, que ya había sido
piedra de escándalo en muchos países por miembros del clero católico. Dicho
Nuncio fue tratado por todos, aquí y allá, como un criminal. Nadie habló de que
podía ser un enfermo. Pudo serlo. Pero una repentina enfermedad cardíaca
(vaticana, según muchos mal pensados) ocasionó su rápida y sorprendente muerte a destiempo. No pudo ser juzgado. No pudo
verse si fue un criminal porque estaba enfermo neuralmente o por otra causa.
Nada se supo ni se sabe. Murió el 27 de agosto, tres días antes del Dr. Sacks.
¿Tenía el Dr. Oliver Sacks un ensayo
escrito para publicarlo durante el juicio vaticano contra el ex-nuncio? Ya no
lo podemos saber. Pero su insistencia durante toda su vida de ver la humanidad
como algo variable ante la enfermedad nos permite pensarlo. También el hecho de
que fuese su primer ensayo post-mortem.
Con toda seguridad todos sus libros
serán reeditados en muchas lenguas. A mis estudiantes, que no dejen pasar la
oportunidad de su lectura. Los hará mejores médicos y personas más abiertas a
las múltiples vías que le presentarán la vida y su propia profesión.